sábado, 16 de junio de 2012

PASEOS REALES

                       La Familia Real fue de paseo a la campiña. Varias carrozas partieron de palacio. En una la Reina con sus hijas mujeres. En otra el Rey con los hijos varones. Luego carruajes de vituallas y baúles, escolta y custodia de a caballo, paladines maestrantes y doncellas; al final la servidumbre, palafreneros y lacayos.
En el recodo de un río aposentaron sus elegancias.

Por los márgenes del hierbal se arrastra hacia el arroyo y lo remonta.

Acamparon para reposo de los adultos, retozar de los infantes y deleitarse con deliciosas meriendas. Entre los arbustos observaban extasiados los lugareños.
Silencio. Se durmieron. La fogata era ceniza. Colgaban en las cuatro esquinas de una litera pequeñas jaulas: pájaros de la realeza. 

Sigue arrastrándose sigilosa. Levanta la cabeza. Extiende la lengua. Escucha.
De las rejas penden minúsculas campanitas de oro. Suenan ligeras en la brisa de la noche.
Está bajo la jaula más cercana. Se estira y se cuela. Ni despliega sus alas el pájaro. Muere envenenado.
Salta a la litera, se desliza por el borde y trepa a otra jaula donde el pájaro casi despierto intenta arrinconarse. Pero no escapa.
Por la soga llega a la tercera. Se agita un aletazo. Nada más.
Y en la última como si el pájaro hubiera descubierto a la serpiente por el olor, arma tal alboroto, tal revuelo que despierta a la Familia Real.
Retrocede y se refugia otra vez en los márgenes hasta la próxima.  

El Príncipe Heredero no pudo volver a conciliar el sueño. Salió a caminar en camisa y calzón, las cintas al aire.
La niña en los arbustos se turbó de emoción; novelería, espejismo, ¡vaya quién a saber! quedó pasmada y se abandonó a los sentidos.
Entre las matas sin luz el Príncipe sintió la belleza de su cuerpo. La amó con gestos que no había hecho nunca. En la oscuridad era fácil amarla sin amarla a ella.
Volvieron, madrugadores infieles sin futuro, a un olvido recién amanecido en la rutina  del alba.
El Príncipe Heredero heredó el Reino al morir su Progenitor. Se casó con su prima y  anexó comarcas.
A la niña la vendió su padre en el burdel. La madama sabía que compraba carne fresca duplicada cuando vio las redondeces.
El Príncipe Heredero tuvo Hijos Reales.
La niña parió una hija en el burdel.

En un verano de sequía se arrastra la serpiente hasta la fontana de la ciudad.

El Rey cansado del sinquehacer de Palacio cabalgó hacia la ciudad.
Reconoció la madama a su cliente y le ofreció la muchachita virgen que había quedado huérfana.
En el cuarto sin luz el Rey sintió la belleza de su cuerpo y conoció sus manos y su boca. La amó durante horas, dejándose enseñar una lentitud que no conocía. En la oscuridad era fácil amarla sin amarla a ella.
Poco antes del alba la muchacha se levantó, se puso el kimono blanco y se marchó.
El Rey no había visto nunca a esa muchacha ni verdaderamente la vio nunca.

Bebe la Serpiente en la Fontana. 


                        (Noviembre 2009. ECuNHi)
 

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