Los pibes se asustaron con las explosiones del motor y la velocidad del bólido, salieron todos disparados tapándose los oídos y gritando: “ ¡Se viene el mundo abajo! ¡Se viene el mundo abajo!”
Una joven del lugar y el propietario de tan exótico vehículo se enamoraron perdidamente y antes que la nieve cubriera el único camino que llevaba a la ciudad, huyeron juntos en el auto. Se casaron y fueron muy felices.
En este punto mi abuela se quedaba mirando a la distancia, apagaba la voz y susurraba: “cuando volvió la primavera un muchacho que en secreto amaba a la joven, se suicidó colgándose de un ciruelo florecido”.
Mayo 2009 Ecunhi
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