martes, 12 de junio de 2012

LA PROMESA

                                       
El fiscal pide la prueba de acreditación en autos para Santiago. El juez percibe conformidad en el abogado defensor de oficio, mira al reo sano, fuerte, joven y lo manda encalar las paredes del convento.  Santiago arma como puede un andamio enclenque y sube con brocha y balde. En lo alto, del otro lado de las persianas, escucha rezar.
-Perdóname el desliz, padre… – El llanto atraganta la voz, se ahoga.
-Madrecita ¿Necesita algo? – Pregunta Santiago.
-Penitencia, padre, penitencia.
-En eso estoy.
-Era muy joven padre – Otra vez llanto.
-Yo también.
-No tenía conocimiento – Se ahoga, tose.
-Yo tampoco.
-Os ruego, padre…
- ¿Y el desliz?
-Allá quedó en mi pueblo.
- ¿Y el pueblo?
- Arroyo Seco, padre.
Por las rendijas Santiago vislumbra ojos y lágrimas. Esa noche sueña que el desliz rebalsa el arroyo seco y el pueblo se inunda. Al despertar piensa que las lágrimas causaron la crecida, no puede imaginar un desliz sumergido a pique.  Mientras comen en la cocina del convento, el jardinero cuenta, que una novicia de ojos llorosos recoge de madrugada bayas venenosas.  A la siesta, adormilado en el granero, Santiago se interna en los ojos llorosos, cae al fondo y lo recibe a golpes de martillo, el juez que lo condenó.
Eleva más el andamio y salta a la terraza. Baja un tramo corto de escalera, entra en la celda de donde viene el llanto, ya sin fuerza, como un sonsonete. Acostumbra la vista a la oscuridad. La ve sentada en el suelo contra la pared, se acuclilla a su lado y escucha el desvarío. Asiente, la tranquiliza, propone, jura sobre la cruz de sus dedos. La levanta en brazos. La acuesta en el catre y sale apurado.
En las noches siguientes, Santiago, sueña el silencio del llanto y del rezo tras la persiana y una enredadera que crece sin detenerse por la pared del convento. Hasta que un día el jardinero comenta la muerte de la novicia de ojos llorosos, la que recogía de madrugada bayas venenosas.  Cuando termina su trabajo, enfila Santiago, por la ruta hacia Arroyo Seco. Se tira bajo un árbol de la plaza a esperar que pase el desliz. Para avisarle que ella murió y anoticiarlo de su última voluntad; que la busque de cara a las nubes, sobre los sembrados, donde él ya sabe. Antes del amanecer lo arrestan, por dormir en la plaza a la intemperie.

                                                    ar Buenos Aires abril 2012


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