sábado, 23 de junio de 2012

LO NO DICHO

Josefina y Amanda se acercan a los ochenta, son hermanas y por recomendación del médico salen a hacer su caminata diaria. Ni bien pisa la vereda, Amanda, mira el cielo y rápido se vuelve a buscar el paraguas.  Desde chica se alborota con las nubes oscuras, recuerda Josefina, pero ese cúmulo, hoy al menos, no moja a nadie. Aunque ella tiene tanta suerte que se va a desatar una tormenta y me va a echar en cara que si no hubiera sido por el paraguas que se tomó el trabajo de ir a buscar, nos hubiéramos empapado. Las tormentas de verano apenas si mojan la tierra, pero para ella son hecatombes, siempre agranda todo, eso la hace sentir mas importante, corre de aquí para allá, pretende olvidarse la edad que tiene, ¡bah! sólo dos años menos que yo. A la noche cae como una bolsa de papas, la oigo respirar con dificultad, ella no se lo dice al médico, quiere pasar por jovencita. El ascensor se detiene, no es Amanda. Seguro que debe andar buscando algo para traer, por eso tarda tanto, le gusta cargarse con cosas innecesarias. La vecina que sale del ascensor viene directo a darme charla, como si a mi me interesaran sus asuntos. Aquella siempre me deja de plantón y yo tengo que encargarme de las relaciones públicas.
Amanda guarda el pequeño paraguas en una cartera y calcula que queda espacio para fruta. Eso dijo el médico, que comiéramos fruta en lugar de galletitas. Manzanas, aunque me lleve tiempo pelarlas, cortarlas y ponerlas en un tupper, a Josefina también le gustan las manzanas, no lo dice porque se parece al abuelo, no habla de cosas que producen placer, no remolonea ni goza del paseo, camina rápido para cumplir con la recomendación del doctor, le da vergüenza no comportarse según lo que ella considera esta de acuerdo con su edad, parece mucho mayor que yo porque no se divierte, tiene cuatro años más y parecen quince. Mejor voy a orinar otra vez por si nos retrasamos porque no es bueno aguantarse. Quien sabe si encontraremos a alguien interesante, aquella no se detiene a charlar con la gente que es tan amable con nosotras, siempre fue de pocas palabras, “La Mudita” la llamábamos con papá.
La vecina se aleja después de escuchar unos parcos monosílabos de boca de Josefina y aparece Amanda. No me dice qué trae en la cartera además del paraguas, quiere que yo se lo pregunte, se va a quedar con las ganas.   Se la ve seria, ni un comentario, impaciente, le molesta haber tenido que esperarme.  Al menos podría decir porqué tardó tanto, hace lo que quiere sin consideración por los demás, como cuando papá la apañaba, se subía a sus rodillas, le hacía mohines y conseguía todo.   Se muere de ganas de saber que traigo en la cartera pero es orgullosa y no me lo va a preguntar, siempre fue la mejor, diligente en tender la cama, bañarse, desayunar, hacer los deberes, quiere seguir siendo virtuosa y llevar la batuta.   Se ve que le pesa la cartera porque la anda cambiando de hombro, en cualquier momento se cansa y me la da para que la cargue yo, como si fuera la chica de los mandados, pero le voy a decir que no puedo, que me duele la espalda.  Cuando empiece a llover saco el paraguas y me cubro, que ella se moje, va caminando adelante como si estuviera sola, a mi no me amilana con ese carácter agrio que heredó de la familia materna, siempre celosa porque papá me quería más, se le veía la bronca en la mirada.   No necesito lo que pueda acarrear en su cartera, ni me interesa saberlo, junta chucherías y no le queda tiempo para acomodar su habitación y ayudarme en la limpieza, deja todo tirado igual que cuando era chica, si le hubieran dado unos buenos chirlos a tiempo hubiera aprendido a comportarse como adulta.  Caen las primeras gotas y no da vuelta la cabeza, no me espera para compartir el paraguas que estoy abriendo, sigue su marcha, firme. Ahora sostengo el paraguas abierto con el brazo apretado contra el cuerpo, abro la cartera, el tupper, saco un bocado de manzana, ¡ah que rica! y me la voy comiendo bajo la lluvia en mi propio picnic.  Doy vuelta la esquina lentamente y como por casualidad la miro ¡come bajo el paraguas en medio de la lluvia! Traía una manzana en la cartera ¡Qué chiquilina ridícula! 
                                        Ecunhi  Octubre 2011

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