Corrió
al parque y, bajo la vieja estatua al borde de la fuente, se escondió agachado.
La espalda protegida, la mirada fija en el portón. Volvió la voz en su cabeza. Para tapar ese
taladro gritó “¡Los
mato a todos!” y disparó.
Llegaron
tarde, estaba muerto.
Ecunhi octubre 2013
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