viernes, 21 de junio de 2013

EL REVES DE LA BARAJA

                

Es primavera en la comarca. Pasea la reina con su hijo pequeño, roza la mirada de un joven plebeyo. Bajo los arcos del palacio el guardián con galgos los observa. Vislumbra la sangre encabritarse floja de títulos y castas. Considera la paga y el crédito que se otorga al delator de algún desliz y ocupa su pensamiento el deseo de un puesto mejor remunerado. Mantiene a raya sus fieras.

Atraviesa el jardín, ávido, el guardián, acecha descuidos entre retozos y al hijo pequeño de la reina jugando cerca. Persigue, sin hacer crujir las asperezas del terreno.  Atisba desde el río y en un recodo encierra a los amantes, antes que la nieve de la pasión los aleje.  Despliega sus galgos para el asalto, les da la voz de alerta en un susurro.

El joven plebeyo esconde a su mujer detrás de un árbol, reluce el torso al aire, crece. El guardián ordena atacar, el joven silba largo y hondo. Las bestias dilatan el asalto, un estiletazo sonoro las penetra y reconocen el aliento. Viran y encaran al guardián, lo despedazan, jadeantes, satisfechas. 
El plebeyo alimenta a los perros del palacio, el viejo los hambreaba para la caza. 

                                              
                                        Ecunhi Mayo 2013

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